lunes, 15 de agosto de 2011

Mi primer amor


Recuerdo aquel hermoso día, tendría yo quince años recién cumplidos. Había comenzado como un día común y normal. Era la hora del recreo, y yo estaba sentada platicando son mis amigas. Nos reíamos a carcajadas y divertíamos mucho, cuando de repente y sin pensarlo mucho decidí voltear hacia la entrada de la escuela. Fue tan grande mi sorpresa que dejé de reírme, y simplemente me quedé sin habla. Mi corazón comenzó a palpitar a la mayor velocidad que podía alcanzar, mi respiración se agitó, mi estómago se revolvió, mis manos y piernas comenzaron a temblar, un frío sudor escurría lentamente por mi rostro que había quedado estático ante aquella grandiosa imagen. No sabía si existía el amor a primera vista hasta ese momento. Ahí frente a mí, estaba él, el chico más guapo y lindo que puedas imaginar (alto, piel morena clara, ojos amielados, cabello oscuro, rasgos finos, sonrisa encantadora, cuerpo delgado y fuerte), mirándome fijamente a los ojos. No supe cuánto tiempo nos quedamos viendo el uno al otro, pero yo sentí que fue eterno y maravilloso. El momento más mágico de mi vida. Un momento que estaba destinado para nosotros y sólo para nosotros.
Después de ese instante sonó la campana y tuvimos que entrar a las clases. Él iba en un grado mayor que yo, por lo que no nos tocó en el mismo salón. No habíamos tenido tiempo ni de charlar un poco, pero algo me decía que lo que había pasado en el recreo no había sido sólo una coincidencia, era algo que ya estaba escrito y predestinado.
Cada vez que pasaba junto a él ocurría lo mismo, un cruce de miradas, un suspiro, una fuerte conexión, como si lo conociera de toda la vida. Pasamos varios días en silencio, sólo deseando poder hablar un minuto, poder sentir los labios del otro y su calor en un tierno abrazo. El día para que todo esto sucediera ya había sido escogido también, sólo sería cuestión de esperar su llegada.
Estaba claro aún, el sol se preparaba para ocultarse, iba yo caminando tranquilamente pensando en él e imaginando el que sería nuestro primer beso. Sentí por detrás unas manos que rodeaban delicadamente y abrazaban suavemente mi abdomen, al tiempo que intentaban girarme. Quede frente a frente con el que había sido dueño de todos mis pensamientos  e ilusiones aquellos días. Lentamente nos fuimos acercando, nuestros labios se rozaron una y otra vez cuidadosamente mientras estábamos tomados de las manos, mirando al cielo, sintiendo la lluvia que mojaba nuestros cuerpos, siendo testigo de nuestro gran amor.
Fue tan hermosa, diferente y especial nuestra historia que no necesitábamos hablar demasiado, pues con mirarnos a los ojos bastaba para comunicarnos. Nuestros corazones desde antes de conocerse ya se habían elegido, ya habían escrito su propio cuento de hadas, mismo que yo estaba viviendo con gran intensidad. Él era todo un caballero, cuidaba de mí como a la niña de sus ojos (creo que yo lo era), como a su princesa. Cada día era tan perfecto, que hasta parecía irreal. Parecía una simple fantasía. Al cumplir los 16, él desapareció, sin dejar rastro, sin que nadie supiera a dónde había ido o si regresaría. Jamás supe si los recuerdos que aún guardo en mi memoria fueron reales o imaginarios. Si simplemente fue el regalo que se concede a las quinceañeras. 
Haya sido solo un sueño o haya sido verdad, viví mi primer amor con gran intensidad e ilusión. Tal como lo imaginaba cuando tenía 14.
Ahora tengo 21 años y desde el día en que desapareció lo sigo (y seguiré) amando y esperando.


No hay comentarios:

Publicar un comentario